Tras una breve fase hiperrealista, Ernesto Drangosch se vuelca a finales de los 80, por nuevos caminos que lo llevan a una nueva figuración, una relectura de la Figuración Narrativa (Figuración narrativa – Wikipedia, la enciclopedia libre) que había surgido en Paris a fines de los años 1960 y a la que consigue darle una fuerte impronta personal. A partir de este momento crea su propia realidad, una realidad subjetiva y una nueva lectura del arte en la que se observan elementos figurativos y abstractos.
“No soy un artista preocupado por la distinción entre realidad y no realidad. Toda imagen pintada es una realidad en sí misma, pero me gustaría que en esa imagen todo pudiera estar representado: de lo formal a lo figurativo. No es la realidad lo que me interesa sino la imagen” (Ernesto Drangosch – 1995)
Ernesto Drangosch invita el espectador a ir al encuentro de este nuevo mundo que surge de sus telas del último decenio.
“En Paris, Ernesto Drangosch abre más su fantasía, e inventa otro mundo, que, como siempre, es el que le rodea; Sueños e invenciones pintados con su misma pasión, más libre, quizás, más personal también; los objetos y las figuras son lineales, geométricos a veces, creando un espacio ordenado, contenido, lleno de emoción y belleza” (Enrique Gomez – Galerista).
“Descubrimos espacios de colores brillantes, minimalistas, hechos a veces con algo de perspectiva. Como verdadero escenógrafo, Ernesto Drangosch dispone en estos espacios (…) una selección restringida de objetos incongruentes. Rápidamente se constata una recurrencia obsesiva de algunos de ellos: la escalera, el escabel, la pirámide en gradas truncadas, el taburete, la silla plegable, el piano de cola (…) así como los objetos cultos de los pintores, la paleta o el caballete. Hay también figurantes – sin papel- que tienen por su sola presencia un dialogo con los objetos insólitos. Estos figurantes son el esquema del pintor y su modelo, el pianista con jacquet y galera, la bailarina de un espectáculo de music-hall, la «maja desnuda» o poco vestida (…) lo que, evidentemente ha incitado a ciertos críticos a hablar de «fetichismo con reserva» del pintor” (Jessica Boissel – Conservadora del Museo de Arte Moderno – Georges Pompidou – Paris – 1998).